“Toda la vida no hice más que estudiar y prepararme para poder desarrollarme, me costó muchísimo y no lo logré, ¿sabe por qué no lo logré? Por este tipo de situaciones, porque lo que está en juego acá no es la honorabilidad del senador, sino la marca indeleble que ha dejado en mi este tipo de conductas.” Así comienza su relato Claudia Guebel, la trabajadora del Congreso que denunció por abuso sexual al senador nacional por La Pampa, Juan Carlos Marino.
En diálogo con Nelson Castro, en el programa La Mirada Despierta (Continental), Guebel expresó que fue interpelada por el relato de Actrices Argentinas y el hecho de que una de sus hijas ganara un concurso en una de las fiscalías de violencia de género de la Ciudad de Buenos Aires. En este sentido, Claudia hizo hincapié en que los abusos no ocurren solo en el ámbito cultural, sino que son moneda corriente en el ámbito de la política, principalmente porque es allí donde se juegan las relaciones de poder y dominio por excelencia.
Claudia contó que hace 32 años que milita en la UCR, partido por el que es senador Juan Carlos Marino. Con voz quebrada dijo que siente mucha vergüenza porque siempre levantó las banderas de la ética y de la honradez del radicalismo.
El relato de Claudia es estremecedor porque describe lo que vive una mujer trabajadora en el ámbito de la política, teniendo que remar a contracorriente a pesar de haberse preparado profesionalmente y haber dedicado su vida a la militancia. Asimismo, evidencia que no importa su edad, en este sistema patriarcal, una mujer siempre está en riesgo de sufrir abusos y acosos. No importa cómo te vestís, tu apariencia física, cómo hablas o dejás de hacerlo, etc. Como expresa Rita Segato, los crímenes sexuales son crímenes del poder, de dominación, cuya finalidad no es sexual, sino moralizadora.
Por otra parte, Claudia expresó que se animó a denunciar al escuchar el relato de Thelma y al ver que padecía lo que su hija combatía desde la fiscalía de violencia de género, esto demuestra que la revolución de las hijas es una realidad. Gracias a su lucha, las nuevas generaciones ayudan a que sus antecesoras se puedan quitar el velo y puedan hablar.
Estamos juntas y unidas, eso nos protege y nos llena de valor. La voz tiene efecto dominó. Al tiempo que un relato de una mujer anima a otra a hablar, se van cayendo las piezas que sostienen al sistema patriarcal. Es por ahí.
Mirá cómo nos pusimos.